No es que me haya olvidado de mi blog... Simplemente tuve ciertos inconvenientes que hicieron que no tuviese ganas o energía para publicar.
Laboralmente, desde que me cambiaron de oficina en agosto, mi vida ha sido un desastre total. Y al volver de la licencia médica, el caos fue in crescendo hasta que finalmente me cansé de el ambiente tóxico en que estaba trabajando y me fui al sindicato a pedir ayuda. Veremos si después de las vacaciones logro que me den un pase a otra oficina (crucemos los dedos, porque así como venía termino internada en el Esteves).
En medio de todo eso, el alma de mi abuelo decidió volver a su origen etéreo. Un trance muy difícil para mí. Lo extraño mucho.
Pero somos seres resistentes los seres humanos. Nuestra esencia es la paz y el amor y a veces la necesidad de cumplir nuestra misión en esta vida hace que podamos recuperarnos de las caídas de una forma que a nosotros mismos nos sorprende. A mí, por lo menos, me ha sorprendido la capacidad de sortear adversidades que he logrado. No sin ayuda, por supuesto... De los seres queridos y de mi nueva psicóloga, a la que le debo el monumento...
Y aproveché mis vacaciones para terminar unos cuantos proyectos que había empezado en el año, y para embarcarme en un aspecto más de mi amor por la lana.
Usé unas madejas que tenía hiladas, más unas nuevas que hilé mezclando lana y pelo de cabra y fui muy feliz tiñéndolas las dos tardes más calurosas de enero:
¿Calor en enero? Naaa |